Clasificación: PG.
Género: Romance, Drama, Songfic.
Notas: Inspirado vagamente en la canción “Jueves” de La Oreja de Van Gogh. Esta canción trata básicamente de una serie de ataques terroristas hacia cuatro trenes en las cercanías de Madrid ocurridos el 11 de Marzo de 2004, donde 192 personas perdieron la vida. Lo particular es que no me haya nacido ponerle un final trágico a esta historia – cosa que hago muy a menudo.
Viajes en Tren.
Capitulo unico.
Lunes.
Son las seis y media de la mañana y estoy aquí, esperando en la estación del metro mientras la gente y los trenes van y vienen, tal como lo he estado haciendo por las últimas tres semanas. El clima está frío afuera y estoy vistiendo esta chaqueta roja de la cual me enamoré ayer mientras caminaba por el centro, buscando algo de ropa nueva. Es una chaqueta de cuero falso rojo y brillante, tan brillante como la sangre, con cierres dorados y múltiples bolsillos cosidos con hilo dorado.
Falta un cuarto para las siete y todavía pienso por qué no me he atrevido aún a cruzar el vagón para decirte algo, como «Hace frío aquí dentro» o «¿Viste las noticias esta mañana en CNN?». Pero, de alguna forma, no puedo. Siento que nunca voy a atrapar tu atención porque no soy nadie especial ni fuera de lo común, sólo un chico promedio; y ser promedio no es suficiente. Desearía poder ser como esos hombres que ves en las revistas, esos que hacen que cualquier tipo (gay o no) voltee y diga «Wow, desearía tener esas piernas», o ese cabello, o esa piel. Esos hombres que se quedan metidos en tu cabeza por horas, días, incluso meses. Quisiera ser así de especial frente a tus ojos que me quedara metido en tu cabeza.
Obsesión podría no ser la palabra correcta, pero es la primera que se me viene a la mente.
Faltan cinco para las siete y escucho unos pasos familiares bajando las escaleras y volteo a ver quien es, tal como lo he estado haciendo por las últimas dos semanas; y eres tú, puntual como siempre, caminando con tus Converse viejos y tus Levis ajustados. Sonrío tenuemente al tiempo que meto las manos en los bolsillos y doy un par de pasos al frente mientras un tren llega al andén. Oigo el sonido de los frenos cuando se detiene y el operador abre las puertas. Poca gente sale del vagón y entonces entramos nosotros: tú, yo, y el resto de la gente insignificante que nos rodea.
Ellos podrían, o tal vez no, ser importantes para este mundo; podrían, o tal vez no, trabajando en alguna parte para ayudar a otras personas de alguna manera; pero realmente no me interesan, todo lo que veo eres tú, caminando a través de las puertas justo antes de que cierren. Estas son las mismas puertas que atraviesas todos los días, tal vez porque estas siempre te dejan más cerca de las escaleras mecánicas en la estación donde te bajas del tren a diario a las siete y media. Estas son las mismas puertas que he estado atravesando durante las últimas tres semanas, solo por ti.
Repentinamente, el timbre de tu teléfono, una simple pero hermosa versión MIDI del Himno de la Alegría de Beethoven, suena en medio del vagón justo luego de que el tren arrancara con su movimiento, y respondes con un dulce susurro:
—Hola. Sí, soy yo, Ryan. Justo ahora estoy en el metro, te llamo de vuelta cuando llegue.
Oh, tu voz, tan dulce como un coro de ángeles. Tratas de mantenerla baja pero se desplaza a través del aire frío y hace eco dentro de mis oídos. Tiemblo ligeramente y me siento en el último asiento libre del vagón, y no puedo quitarte los ojos de encima. Te ves algo adormitado por la forma en la que cierras los ojos mientras sostienes la barra, y repentinamente despiertas segundos luego cuando el tren se detiene en la siguiente estación. La mujer frente a mí se levanta y sale del tren, y entonces te sientas donde ella estaba.
Apuesto a que no puedes siquiera imaginar que este tipo (yo, sentado frente a ti) está observando cuidadosamente cada cosa que haces, y adora hacerlo. Tu, justo frente a mí, nunca sabrás que me estoy quedando sin ropa tratando de encontrar algo que te atraiga, que eres la razón por la cual compré esta atractiva chaqueta. Siento que me derrito cuando veo tus dedos largos y delgados deslizarse a través de tu cabello castaño ondulado, largo y brillante, y entonces se queda cómoda allí, como un pájaro en su nido. Entonces tu pecho comienza a tensarse y bostezas contra el vidrio de la ventana, cubriendo tu boca con tu mano libre.
Y esto, simplemente estar cerca de ti, se siente como el cielo. Esta es la mejor media hora de mi día, de cada día; y, luego de esto, sólo trabajo, como, duermo y sueño para verte de nuevo. Y comienzas a mirar las luces moviéndose rápidamente a través de la ventana, y apenas segundos luego, tus ojos, tus hermosos ojos color avellana, repentinamente están mirando dentro de los míos.
Estás mirándome.
Estás mirándome.
Cielo podría no ser la palabra correcta, pero es la primera que se me viene a la mente.
No puedo pensar en otra cosa excepto este preciso momento. Esta mirada es tan intensa que ignoro totalmente mis temblores, es tan increíble que ni siquiera puedo escuchar a la gente saliendo y entrando del vagón en esta estación, es tan irreal que tengo que cerrar mis ojos porque seguro me veo como un acosador gracias a la forma en la que te estoy mirando. Y escucho un suspiro. Podría jurar, con los ojos cerrados, que fue tuyo.
Gracioso. Increíble. Maravilloso.
Ya, en serio, ¿qué he hecho?
Abro mis ojos y noto que los tuyos están cerrados de nuevo, y desearía no haber sido tan estúpido para romper aquel increíble contacto visual que acabábamos de tener. No sé si la sentiste, pero estoy seguro de que sentí algo fabuloso e increíble, sin igual a cualquier otro sentimiento. No sé si lo sentiste, pero podría jurar que fuimos hechos el uno para el otro. Lo supe desde la primera vez que te vi, fue por eso que dejé de usar el expreso de las siete y media y comencé a tomar este tren.
No puedo mentir, estoy realmente desesperanzado ahora. No tengo las agallas para decirte todo lo que me has hecho sentir durante estos callados viajes en tren, donde el silencio es lo único que hemos compartido. Sonaría estúpido si te digo como me encantaría pasar siquiera un solo día contigo, incluso cuando nunca nos hemos hablado.
Otra parada en otra estación, y sigue la misma mecánica. Gente sale y gente entra. Y está esta mujer que caminaba con un bastón acabando de entrar al vagón, y todos los asientos están ocupados. Voy a darle mi asiento, pero de repente te levantas y le ofreces tu puesto gentilmente. Esta no es la primera vez que esto sucede, pero no puedo evitar sonreír mientras actúas como todo un caballero. Si tienes una novia, o esposa, o incluso una mejor amiga, seguro debe sentirse muy complacida por ti. Y ahora estás allí, de pie, sosteniendo la barra metálica hasta que la dama sentada a mi lado se va del vagón.
Te sientas justo aquí, a mi lado.
Te sientas justo aquí, a mi lado.
Siento como mi corazón de repente se acelera. Esta es la primera vez que esto sucede, y es duro porque no puedo voltear hacia un lado a verte sin mostrar mi interés en ti, incluso cuando pienso que siempre he sido muy obvio. Esto podría ser muy excesivamente obvio. No puedo evitar que mis mejillas se sonrojen debido a mi incomodidad. Quisiera ser lo suficientemente valiente para decirte cualquier cosa. Cualquier cosa.
El tren toma una curva cerrada y tú, algo dormido, caes accidentalmente sobre mi hombro.
—Oh, ¡lo siento! —te disculpas de repente, y esa es mi excusa para poder mirarte y hablarte— Yo, de veras…
—No te preocupes —digo, sonando más tosco de lo que realmente pretendía sonar. Es todo lo que soy capaz de hacer cuando tengo estos increíbles ojos frente a mí.
Un par de canicas color avellana, hermosas e intimidantes, me miran a los ojos y, quizás, vislumbran un vago reflejo de mi alma. No puedo contener de nuevo estos pequeños escalofríos dentro de mi cuando sonríes estando tan cerca de mí.
—Esto es lo que sucede luego de pasar toda la noche viendo luchas de la WWE en la tele —susurras.
—¿Te gusta la lucha libre? Wow —digo, con más naturalidad de la que esperaba. Además suelto una risilla. Segundos después me doy cuenta de que no debí haber respondido con tanta facilidad si no quería parecer un acosador.
Tú simplemente sonríes de nuevo, y estoy muriendo con tu sonrisa divina. Puedo apostar que ni siquiera los ángeles tienen una sonrisa tan perfecta como la tuya. Mientras estoy perdiendo la cordura por ti, te las arreglas para decir:
—Es divertido cuando no tienes más nada que hacer los domingos por la noche —miras a tu alrededor y luego agregas en un suspiro—, pero esos tipos me matan de miedo.
Eso está mejor. Ya estaba pensando si debería convertirme en un luchador para atrapar tu atención, gracias a dios que no. Diez segundos luego, preguntas:
—Tomas este tren todas las mañanas, ¿no?
Parpadeo un par de veces antes de responder tu pregunta.
—Sí, desde hace tres semanas… —digo, y me doy cuenta de que debería abofetearme a mí mismo luego de ese desliz… por favor, tú, extraño, no preguntes por qué. Estoy seguro de que no podrías manejar la verdad tan incómoda.
Acosador podría no ser la palabra correcta, pero es la primera que se me viene a la mente.
—Yo también —murmuras, ahora mirando a la ventana. Lo siento si piensas que soy extraño, pero no puedo evitarlo. Y estoy pensando si tal vez no fue una coincidencia que yo tomara inusualmente este tren el primer día que tú también lo hiciste por primera vez… ¿fue cosa del destino? ¿Me he perdido de algo importante durante estas últimas semanas?
El tren mantiene su invariable camino entre las últimas dos estaciones antes de que te bajes. Siempre ha sido lo mismo, esto nunca había cambiado hasta que el destino, dios, los cielos, como quieras llamarlo; quiso que cambiara.
De repente, todo está oscuro y un sonido horrible y estruendoso llena el aire frío. El vagón se sacude violentamente y puedo sentir como sostienes mi brazo, pero no con la fuerza suficiente como para evitar que cayera al suelo. Mi cabeza se golpea, algo está haciendo que mi pierna derecha me duela como el demonio y la gente gritando alrededor sólo empeoran todo.
Segundos luego, la gente comienza a calmarse. Algunas pantallas de teléfonos celulares iluminan el vagón, dejándome ver lo que tengo más cerca. Estás sobre mí, y puedo ver el miedo en tus ojos avellana completamente abiertos.
Sólo puedo ver la luz en tus ojos mientras tus dedos húmedos tocan mi frente. Apenas puedo sentir las manchas de sangre fría en mi rostro justo donde me tocaste. Esa fue la única sensación que pude percibir en ese preciso instante, nada más.
Sólo puedo ver oscuridad en tus ojos, y en todas partes.
Blanca. Blanca blancura. La blancura más blanca. Una brillante bombilla blanca ilumina esta pequeña habitación de paredes blancas y vacías.
Parpadeo un par de veces antes de que mis ojos comiencen a observar mi entorno lentamente. Me toma un par de largos segundos recordar todo lo que pasó en el subterráneo la última vez que estuve despierto. Y lo recuerdo, su mirada aterrorizada, sus dedos manchados con mi propia sangre. Cierro los ojos por un momento, pensando en ese día. Ni siquiera puedo asegurarme de si fue el mes pasado o la semana pasada, ni siquiera si fue hace unas horas. Apenas puedo recordar las pocas palabras que intercambiamos antes del accidente. Ni siquiera recuerdo qué causó el accidente, yo sólo
Yo sólo me doy cuenta de que hay alguien cubierto por una sábana blanca, sentado en una silla y durmiendo sobre mi regazo. Alguien con cabello marrón caramelo y dedos largos. Alguien que posiblemente se llame Ryan, de desconocido apellido. Alguien que ha estado volviéndome loco durante las últimas tres, cuatro, cinco, ni siquiera sé cuantas semanas.
Por otra parte, no puedo negar que estoy emocionado como nunca antes. Dios, ¡estoy vivo y él está aquí conmigo! Su pecho se mueve, sube y baja lenta y calmadamente, apenas puedo escuchar su respiración. Desearía que él pudiese despertar para que me explicara todo lo que sucedió pero al mismo tiempo me encantaría verlo dormir por siempre.
Trato de sentarme en a camilla, pero siento un intenso dolor en la cabeza cuando trato de separarla de la almohada. Duele tanto que no puedo evitar un pequeño gemido de dolor, que lo despierta repentinamente de sus dulces sueños.
—Oh, despertaste —murmura Ryan, parpadeando repetidamente, aún algo dormido. Se quita la sábana banca de encima, y no puedo evitar sonreír ante el hecho de que él vestía mi chaqueta roja. De alguna forma, él se da cuenta de que estoy observándola, y se excusa inmediatamente—. Oh, lo siento, yo sólo… quiero decir, hacía… hace mucho frío aquí dentro y…
—No te preocupes… te queda genial —le digo, sonriendo, y sus mejillas se sonrojan por un momento.
Sublime podría no ser la palabra correcta, pero es la primera que se me viene a la mente.
Nos miramos silenciosamente a los ojos por unos momentos. Ignoro sus razones, pero puedo decir que todo en lo que pienso en este momento es acerca de él y qué debería preguntarle primero.
—Esta chaqueta también me metió en un gran lío —dice, antes de que yo pudiese preguntarle algo, sorprendiéndome.
—¿En serio? —pregunto, y él asiente—. ¿Por qué? ¿Qué sucedió?
—No importa.
—Vamos. Mi chaqueta, mi problema —digo, y ríe ante mi expresión.
—Una mujer que trabaja en el mismo sitio que yo, mi jefa, de hecho… ¿o simplemente debería llamarla mi ex novia? —se pregunta a sí mismo, y no puedo evitar un brillo en mi mirada—. De cualquier forma, ella llegó aquí luego del accidente y yo… bueno, estaba vistiendo tu chaqueta y… ella vio que yo no tenía nada, de hecho, así que me exigió que volviera al trabajo —está diciendo, y se detiene por unos segundos—. Le dije que no, porque tenía alguien de quien cuidar. Y entonces comenzó a hablar tonterías acerca de cuan descuidado yo era con ella y, aún peor, el trabajo. Entonces me preguntó por la chaqueta, y… —Ryan se detiene de nuevo, tratando de aguantar la risa.
—¿Qué le dijiste? —pregunto con curiosidad.
—Le dije que no era mía, y preguntó de donde la saqué. Yo… —trata de seguir hablando pero su risita se detiene y se vuelve a sonrojar. Siento que vuelo por las nubes, ¿cómo es posible que él pueda ser incluso más tierno de lo que yo había pensado?—. ¿Estás seguro de que no vas a matarme después de esto?
—Aún no he escuchado nada que pueda servir como una buena razón para matar a alguien —digo, pensando algo como «…excepto por el hecho de que tuviste una novia» pero ignorándolo al mismo tiempo.
—Pero esto podría darte una razón… —me advierte, sonriendo de nuevo. También sonrío, y estoy seguro de que si hubiese intentado no sonreír no hubiese dado resultado—. Uh, bueno, no vivimos juntos, y ella siempre me decía que comprara un auto porque piensa que el metro es para proletarios, lo cual ella considera como un gran insulto, y realmente tenía el dinero, pero… simplemente no quiero gastarlo en un auto, así que ese siempre fue un tema que traía problemas. De todas formas, le dije «Esto es de alguien que de hecho salvó mi vida, lo cual es más importante que tu supuesto amor de mierda,» y… ella me lanzó un puñado de tierra. En tu chaqueta. Y entonces corrió a su auto y me gritó un gran «ESTÁS DESPEDIDO». Así que vine aquí sin pareja, sin trabajo y vistiendo una chaqueta sucia. ¿Aún deseas que conserve el regalo de la vida?
Río lo más fuerte que me deja reír mi dolor de cabeza, y él está aún más sonrojado cuando abro los ojos luego de la carcajada. Se ve algo entretenido, pero orgulloso en cierta forma. Sus ojos avellanados tienen una especie de brillo feliz que es difícil de ignorar, como sí, después de todo, estuviese orgulloso de sí mismo de haber sido botado por su ex novia y ex jefa, o también orgulloso del hecho de que no había podido terminar su historia.
—Uhm, la única cosa de la que aún no estoy seguro es acerca de tus razones para no comprarte un auto.
—El tráfico —responde, pero su risita me dice que está mintiendo—. Eso no tiene nada que ver con asuntos relativos a tu chaqueta, así que realmente no tengo por qué responderte esa pregunta.
—Hay pocas razones por las cuales un hombre con dinero suficiente no se compra un auto y sigue usando el metro asqueroso, popular y lleno de proletarios, aún cuando su novia se lo ha pedido mil veces —le digo, bromeando obviamente.
—Eso es más profundo de lo que crees.
—¿Estás llamándome de mente cerrada?
—Brendon…
Me llama por mi nombre.
Me llama por mi nombre y sostiene mi jodida mano.
Me pregunto donde pudo haberlo conseguido, pero era bastante obvio que necesitaban al menos mi tarjeta de identidad para admitirme en el hospital. Pudo haberla tomado él mismo de mi billetera, o la pudo haber leído en cualquier otra parte.
Aprieto su mano dentro de la mía sin disolver nuestro contacto visual. Él muerde su labio inferior por un momento, y vislumbro un poco su razón, tal vez algo ególatra y conveniente, pero válida, de hecho.
Yo.
—¿Qué pasó en el metro? —le pregunto, algo inocente, mientras sigo perdido en sus ojos. En éste momento él forma parte de mi pequeño mundo, mezclando su piel pálida con las blancas paredes, sólo contrastando con su cabello acaramelado y mi chaqueta roja.
—Fue una colisión, nuestro tren chocó con otro. Nadie murió, afortunadamente —explica, ahora con una voz realmente calmada. Voy a preguntarle algo más pero mi cabeza me duele muchísimo de nuevo, haciéndome soltar un gemido bastante bajo. Él se levanta rápidamente y camina hasta que está junto a mi cabeza—. Al parecer tienes un traumatismo por este lado, te golpeaste la cabeza fuertemente —dice, apuntando al lado de mi cabeza que está más cercano a él, el derecho, sin tocarlo—. Y la barra metálica que estaba a tu lado en el vagón se rompió y se clavó en tu pierna. Sin embargo, nada fue lo suficientemente severo para poner tu vida en riesgo, según los doctores.
—¿Qué fue eso de que yo salvé tu vida? —pregunto, tratando de sacarle otra respuesta que me interesaba.
—Caí sobre ti —dice, y sus mejillas vuelven a sonrojarse involuntariamente—. Así que mi cuerpo no se golpeó con el suelo o algo más.
—Gracias a Dios que estuve allí —digo, sonriente, a modo de broma y haciéndolo sonreír también. Nunca me cansaría de su deslumbrante sonrisa, especialmente gracias a esos labios rosa suaves como la seda—. Y no pienses que lo digo por tus increíbles habilidades de enfermería, digo…
—¿A qué te refieres? —pregunta, luego de que me quedara callado por unos momentos.
—¿Por qué estás usando el metro en vez de comprarte un auto?
—Eres insistente, ¿no? —se queja, pero luego su expresión vuelve a relajarse—. Esa es una larga historia.
—Creo que tenemos tiempo suficiente para hablar de eso —digo, justo antes de que él vuelva a sentarse en la silla.
—Excepto porque esa es otra razón para que me cortes la cabeza —dice, dibujando una línea imaginaria con su dedo índice alrededor de su cuello.
—Vamos, ya para eso. Nunca me atrevería a ponerte un dedo encima, ni siquiera bromeando.
—¿Por qué? —pregunta, curioso.
—No me cambies el tema.
—¡Tú lo cambiaste primero! —exclama. No puedo rendirme tan rápido, así que intenté con uno de mis mejores recursos para obtener lo que quiero: mi cara de puchero—… está bien, está bien, tú ganas, pero sólo porque hoy eres el convaleciente —dice al final, y no puedo evitar una sonrisa de satisfacción—. Comencé este trabajo hace como seis meses, y siempre tomaba el tren expreso de las siete y media, pero era porque me gustaba llegar justo al mismo tiempo que llegaba mi jefa. Cuando comenzamos a salir, me pidió que llegara más temprano al trabajo porque no quería que los otros se dieran cuenta de nuestra relación. Planeé mi día para llegar en el tren de las siete y cuarto, pero llegué demasiado temprano a la estación, a cinco para las siete. Recuerdo haber visto a alguien esperando al tren de las siete en punto sentado en el piso con la espalda apoyada en la pared, sosteniendo un bolso entre sus piernas cruzadas y escuchando Come as you are de Nirvana. No le importaba como la gente lo miraba, de hecho, parecía como si a nadie le importaba lo que él estaba haciendo. Entonces pensé en lo que yo mismo estaba haciendo y como estaba actuando distinto para que la gente de hecho viese que tenía algo con mi jefa, a pesar de sus intenciones de esconderlo. Me sentí algo estúpido en ese momento y pensé que podría ser interesante observar a este tipo todos los días. Sé que fue algo un poco acosador de mi parte, pero…
Acosador. Ryan sigue hablando cada vez más rápido y más rápido pero lo único que puedo pensar es en la palabra acosador. No quería decirle nada porque pensé que podría ser bastante extraño, pero ahora él había admitido parcialmente que de una u otra forma me acosa… entonces, quizás, lo que yo hice no era acosarlo del todo.
—…pero, de alguna forma, esa persona ya era como parte de mi vida y…
—Ryan…
—…pensé que nunca le hablaría, pero esta mañana…
—Ryan…
—…me las arreglé para sentarme a su lado en el vagón, y por fin…
—RYAN.
Ryan deja de hablar repentinamente y se queda mirándome a los ojos. Se levanta de su silla nuevamente y se acerca a mi rostro mientras finalmente dice:
—No quise comprar un auto porque quería verte todos los días, pero era demasiado cobarde para…
Su mano estaba lo suficientemente cerca de mí justo antes de que detuviese sus palabras. Sólo tuve que halar su brazo para tener su rostro cerca del mío, muy cerca. ahora estamos respirando el mismo aire, y sus ojos aún miran dentro de los míos, al tiempo que mis ojos miran dentro de los suyos.
Avellana. Miedo. Luz. Oscuridad.
¿Amor?
Lunes.
Son las seis y media de la mañana y estoy aquí, esperando en la estación del metro mientras la gente y los trenes van y vienen, tal como lo he estado haciendo por las últimas cuatro semanas, golpeando el suelo rítmicamente con mi pie. El clima se siente un poco más cálido que la semana pasada, y estoy vistiendo esta adorable chaqueta gris militar que parece haber sido encontrada en un guardarropas a punto de ser tirado a la basura, pero aún se puede vestir. Realmente no me importa qué tan vieja sea, pero es parte de mi pasado, presente y futuro. Al parecer es bastante vieja, tiene medallas del 74 hasta el 93.
Falta un cuarto para las siete y comienzo a desesperarme. Miro a mi alrededor en la estación, como si nunca hubiese estado aquí antes. Este sitio apenas está decorado con cerámica abstracta en las paredes, algunas vallas de publicidad y un lindo mosaico rojo-naranja-amarillo en el suelo que me hace sentirme algo hambriento, al menos de acuerdo con algunos estudios respecto al uso de los colores en campañas publicitarias. De todas formas, aún no he desayunado, así que…
Mi mente deja de pensar al tiempo que siento una brisa subterránea que anuncia la llegada de un tren. Siento que le toma años detenerse, pero finalmente lo hace. No camino hacia las puertas cuando abren, sólo espero y veo como la gente se baja del vagón hasta que mis ojos captan una chaqueta roja y brillante en la multitud.
—Al fin —murmuro. Él sacude su cabeza mientras hala una gran maleta.
Le toma unos momentos hasta que me ve y una hermosa sonrisa aparece en su rostro. Camino entre la multitud hasta lograr encontrarme con él.
—¿Cómo te las arreglaste para meter esta cosa enorme dentro del metro? —e digo, ayudándolo con la maleta.
—Tú sabes como funciona el sistema, cariño —dice y luego me guiña el ojo, haciéndome soltar una carcajada.
—Por supuesto que sé como funciona: sólo caes sobre ciertas personas y luego ellos te dejarán hacer lo que quieras —digo, halando la maleta por las escaleras. Es tan pesada que sentimos como si estuviésemos escalando una montaña. Cuando llegamos a la calle, Ryan pregunta.
—¿Dónde está el edificio?
—A quince cuadras de aquí —digo, riendo, y sigo caminando mientras él sigue mirando alrededor, algo enojado—. Ven aquí, Ry. Dile hola a nuestro nuevo bebé —le grito, sacudiendo mi mano frente a un lindo Chevrolet Spark rojo.
—Mierda, Brendon, te dije que…
—Y te dije que no me importaba lo que dijeras —digo, abriendo la puerta trasera y colocando la maleta dentro—. ¿No te parece lindo?
—Bueno, parece un carro de chica, en mi opinión —dice mientras cierro la puerta trasera—. Especialmente por el color. Quiero decir, es muy «rojo beso perfecto y apasionado».
—Bueno, déjame abrirte la puerta de tu auto «rojo beso perfecto y apasionado», monsieur —digo, abriendo la puerta del copiloto y mirándolo a los ojos. Él simplemente sonríe, yo sonrío, y entonces ambos rompemos en la misma carcajada. Este es un buen comienzo… un muy buen comienzo.
“Jueves es una historia de amor sobre la que nunca hubiéramos querido escribir. Es una canción especial, quizá la más especial que nunca hayamos escrito. Nace de la necesidad de destacar cada una de las pequeñas grandes historias que demasiadas veces las estadísticas terminan eclipsando. Por una vez y durante apenas cinco minutos de música, aquel 11 de marzo de 2004 vuelve a ser sencillamente ‘jueves’.” –LOVG
Canción.