"Oscar Wilde tenía razón"
Capitulo unico.
“Uno debería de estar siempre enamorado, pero nunca deberíamos casarnos”.
Cerró los ojos haciendo un mínimo esfuerzo en ello apretándolos son esfuerzo. A toda costa intentaba dejar de darle vueltas en su cabeza pero, simplemente no podía creer que al final había terminado como siempre temió. De pronto debería de considerar hacer más caso a si mismo que a sus tontas especulaciones y utopías sobre la vida.
Dejo la habitación marcando el drama en el portazo que dio al salir al escuchar un “¡Brendon!” y dejó escapar todo el aire de sus pulmones en un suspiro profundo. Lo pensó dos veces y la idea de regresar a la habitación no podía antojársele más estúpida. En otra ocasión quizá lo hubiera hecho, y quizá lo hubiera considerado antes de bajar las escaleras, pero ya no, estaba cansado. Cansado de todo.
Miro la maleta cercas de la puerta y reparó que jamás había sentido esa ausencia de duda con anterioridad. No sabía exactamente si debería de preocuparse al respecto o sentirse conforme de que había tomado una decisión y nada lo iba a ser cambiar de opinión.
Si, estaba decidido y no cambiaría de opinión.
Pronto escuchó el sonido de la guitarra llegar a sus oídos e inundar la casa como millones de veces lo había hecho anteriormente. Esta vez era un sonido rápido y sin interrupción alguna, sin ser calmado y sonando prácticamente como si la guitarra estuviera siendo torturada. Solo una cosa se le vino a la mente, estaba molesto. Sonrió sin saber cuál era el motivo principal de aquella sonrisa. Quizá porque al menos eso significaba que aún le importaba, y lamentablemente, no lo suficiente como para salir y arreglarlo. Y quizá era su ego o aquella terquedad de querer siempre tener la razón o al menos engañarse con ello. Cualquiera que fuera la razón, no estaba precisamente en posición de hacerlo cambiar de opinión. Lo había jodido todo.
Entendía hasta cierto punto el por qué pero cuando más lo pensaba más irónica se le hacia la situación, a veces se reía en silencio de lo gracioso que era, de todas las cosas que lo habían echado todo a perder de un momento a otro. Todos habían sido pequeños detalles insignificantes que unieron fuerzas para crear un círculo de discusiones sin sentido. De pronto comenzaba a creer que esa era una de las pequeñas letras casi invisibles de los contratos. Jamás las leyó y jamás las imagino posibles. Quizá sí, pero no con ellos juntos, no en su matrimonio.
De un momento a otro recordó vívidamente el día en que su madre, con unos ojos que suplicaban más de lo que su voz lo hizo, aconsejándole que no se casara. Que lo reconsiderada muchas veces antes de darle un sí definitivo. No sabía si arrepentirse por no haberle hecho caso o sentirse mal que por pensarlo siquiera. Era solo que creyó saber cómo era él y creyó haber amado todo de él; no era como si no lo amara ahora, sino que simplemente tras estar con él de sol a sol, las cosas cambiaban radicalmente. Y mucho, se atrevía a decir.
Su matrimonio se había vuelto como un fin de semana en el cine a ir a ver la mejor película romántica de toda la década. Dentro todo era amor, dulzura, quizá lágrimas, algunas peleas y un hermoso final feliz. Todo se olvidaba por una hora y cuarenta minutos, vivías la vida color de rosa que la película mostraba, porque no era tu vida la que estaban mostrando y porque te enamorabas de la idea de que siempre fuera asi, pero a la hora de terminarse, de salir del cine, la vida seguía ahí, y no era color rosa, no había buenos diálogos planeados y ni siquiera existía esa facilidad con la que se arreglaban los problemas. La vida seguía estando ahí, hermosa pero tan cruel e imperfecta como la película nunca lo mostro. Los detalles de las peleas y los problemas, quizá las desilusiones y a veces separaciones, eran las escenas eliminadas en el guión de la película, sólo para ser la más taquillera.
La estancia en el cine fueron sus primeros años de matrimonio y abandonar el cine sus últimos meses.
“Nunca se te quitara esa manía de lavar los trastes tan noche”
No quiso prestar atención porque sabía que había pasado tiempo a sus espaldas mirándolo fijamente. La música había parado lo que le dio a especular que se había tragado su orgullo sin dejar de ahogarse con él y de alguna forma u otra estaba ahí, parado sin saber exactamente lo que tenía que hacer. Y es que así es Ryan Ross, la persona con la que no se había casado, o con la que al menos no conoció hasta los últimos meses. Podía descubrir por sí mismo que había sido su culpa, pero no lograba dejarse culparse por algo que creía no ser el culpable. Toda la contradictoria en sí mismo crecía cada vez más, no importaba cuantas veces se reiterara, siempre volvía al conflicto interno. Pudo manejarlo hasta cierto momento de su vida junto a él, pero de pronto nada parecía perfecto y todo se quebraba lentamente. Ryan era así, lentamente aprendiendo lo que estaba mal, encerrándose en su cabeza, debatiendo consigo mismo, pensando de más y al final, cuando lo comprendía y sabía que su error había sido grande, no encontraba las palabras ni acciones para disculparse.
“Déjalo. Lo hare mañana.”
O a veces simplemente no quería.
“Está bien” dice, sin prestar mucha atención en que ha vuelto a dirigirle la palabra. Ryan Ross causaba ese tipo de efectos en él. Era sólo que lo amaba tanto, no podía odiarse por eso aún. “No es como es como si tuviera prisa en irme”
“Yo solo pensé que…”
“Olvídalo” pide, enjuagando el último plato de su última cena… juntos.
Respira profundamente recordándose todos los factores que le hicieron tomar esa decisión, porque está a punto de fallarse a sí mismo y abandonarlo todo. Mandar a la mierda todo, de nuevo, como la última vez que intento hacerlo y que él usara inconscientemente sus poderes contra él y lo llevara a la cama a hacer el amor toda la noche. Aunque verdaderamente la principal razón fue que de pronto no se lo imaginaba a Ryan sin él, y si lo hacía, sólo vagaba en su mente la imagen de él haciendo canciones del como logro superar la relación, algo como mentirle a lo que siempre fue su verdad y seguir adelante, bien librado, creyendo que engaño a todo mundo cuando él engañado sólo era él y simplemente él. Y a veces, imaginar a Ryan sin él parecía egoísta, pero no soportaría verlo engañarse a si mismo y saber, a pesar de que lo escondiera con una máscara, que estaba destruido por dentro, con el corazón roto, advertencias por no pagar los servicios a tiempo y regresando a su estilo hippie pero remasterizado. No puede imaginarlo, en realidad, no puede pero ahora intenta que no le importe. Y algo en le está ganando cuando limpia el fregadero y enjuaga sus manos bajo el chorro de agua. Espera a que sus preocupaciones se vayan como el jabón en sus manos y simplemente no pasa, “Oscar Wilde tenía razón”.
Lo escucha reír detrás de él como si estuviera escuchando el mejor chiste de toda su vida, porque sabe a lo que se refiere y saber que el engreído de Oscar Wilde tiene razón, la mayoría del tiempo, como siempre. Pero es muy tarde para retractarse porque ahora tienen el peso sobre uno de sus dedos en sus manos, y ahora parece tan insignificante.
Cuando se gira sobre sí mismo Ryan se encuentra a una corta distancia de lo que antes lo estuvo, recargado sobre la mesa barra en medio de la cocina, con la sonrisa de su risa anterior aun es sus labios, esperando, claramente, que dijera algo. No hay nada que decir, al menos no ahora.
Por una fracción de segundos se arrepiente tanto pero frena la idea antes de que esta inunde sus pensamiento, porque, por Dios, el sexo. Sólo de recordarlo algo en el estómago se retuerce, no es precisamente la excitación.
Le suena realmente irónica la sensación en su estómago, porque de un momento a otro todo sobre el sexo había cambiado. No era como si ahora le provocara desagrado, porque de haberlo hecho, hubieran dejado de hacerlo desde hace meses, solo era que era eso precisamente, sexo. No era hacer el amor como al principio, sólo era la necesidad pura ordenando, queriendo más y siendo escandalosa. No había motivos especiales e inclusive existieron las interrogativas como ¿quieres hacerlo? Y el conformismo ante una negativa. Y por Dios que odio ese tiempo, pero nunca se quejó. Cuando dolía ninguno de los dos tomaba la consideración y de pronto uno convirtió en el juguete sexual del otro para cumplir todas las necesidades en el acto. Aunque, entre los divagues, creyó que la frecuencia con la que tenían sexo había tenido algo de culpa.
“Hey, no me hagas esto.” Pide con un gesto de fastidio en su rostro cuando Ryan lo mira fijamente y sabe que toda su atención está puesta en él.
“Sólo quiero darte un abrazo.”
Y no sabe en qué momento los brazos de Ryan pasaron por debajo de los suyos y lo envolvieron en un abrazo confortante, como le gustan. Se rinde, porque a nadie le va mal un abrazo, sus manos se juntan en su espalda, apretándolo contra su cuerpo y sintiéndolo tan cercas que siente que puede tocar su corazón con eso. Aunque lo hace, siempre lo ha hecho a pesar del mínimo contacto posible. Lo ama, demasiado, más de lo que se ama a sí mismo. Y Ryan también lo ama a él porque lo siente, lo demostró muchas veces, cuando le pidió matrimonio o cada mañana cuando lo primero que veía era su rostro y un “Te amo” escaparse entre un beso de buenos días, o cuando estaba le cantaba al oído una de las canciones mas melosas que pudo imaginare, o cuando hacían el amor y era tan cuidadoso con él temiendo hacerle algún daño, o cuando…
“Ok, suficiente” deja escapar después de unos segundos. Él lo suelta al instante y torpemente deposita un beso sobre sus labios, suave pero húmedo, delicado y dudoso, como si estuviera mal. “Yo también” le dice respondiendo a lo que él beso significo, sonriéndole y acariciándole la mejilla izquierda con el pulgar.
Cuando llega a la puerta donde su maleta lo espera, Ryan lo sigue como si fuera un perrito esperando ser llevado de paseo. Se voltea para mirarlo por última vez y no sabe si es correcto despedirse, porque nunca se había ido antes tan tranquilamente, no sin dejar un portazo y un montón de maldiciones detrás de él.
“Dime algo” pide él con un gesto de curiosidad en su rostro, “¿conservaste tu departamento porque sabías que esto terminaría así?”
“Confié en Wilde” confiesa. Cerrando la puerta detrás de él junto a su maleta.
Cuando regresa a su departamento no entiende que hay de excitante en él, sólo logra recordarle las fiestas que hizo, los dramas que vivió y la inmensa soledad que sentía cuando reparaba que sóo se encontraba él y nadie más. Sonrió con melancolía mirando la sala, podía decir de un instante a otro millones de recuerdos que resguardaban celosamente esos sillones, eran sus cómplices entre disgustos, pláticas y confesiones.
Su celular comenzó a vibrar en sus pantalones con el típico tono clásico que jamás había cambiado. El nombre Ryan reza sobre la pantalla brillante con una foto de él en su apogeo del sueño. “Hola”.
“Hey” escucha decir desde el otro lado de la bocina, su voz parece aburrida, casi puede imaginarlo recostado en el sillón con la cabeza colgando desde el respaldo, “¿Ya llegaste?”
“Sí” afirma recorriendo la cocina, percatándose que necesitaría llenar la nevera.
“¿Y?”
“Tal como lo deje.”
Silencio.
Se pueden escuchar las respiraciones a través del auricular, y el silencio de pronto no es tan duro como antes lo había sido. No es infinito…
“Brendon”
“¿Hum?” responde casi sin responder, disgustado porque las latas de la alacena están caducadas.
“¿Vamos a divorciarnos?”
Una sonrisa aparece en su rostro al instante, arroja las latas a la basura y sigue sonriendo sin poder evitarlo. Apostaría su vida a que Ryan sabe la respuesta, y que una sonrisa nerviosa cruza sus labios cuando simplemente quiere afirmar sus ideas, deja que haga especulaciones y que lo piense determinadamente antes de que la respuesta solo sea de él. Resopla sin ganas y deja que las palabras fluyan de sus labios,
“No lo sé” una risita al instante se escucha en su oído, tan encantadora como la había recordado. Sigue sonriendo y cuando cree que el silencio en una señal de marcar sus drama colgando, su risa se ensancha más…
“¿Paso por ti para desayunar?”
“Seguro”
“Ok”
“Ok”
Cuelga, sonriendo como la primera vez que cayó en la cuenta de que estaba enamorado de Ryan Ross.
“Diablos”.